Las gracias al sol son innecesarias

Por Antonio Uribe para Divertimento Taller

Puedo apostar que muchos de los gritos de estos días patrios han sido en honor al querido Juan Gabriel y a su “Querida”, tantos suficientes para anular las imperdonables críticas del insensible, inoportuno, clasista, denostador, homofóbico, burlón, mezcla de hípster niño bien con intelectual sobrevalorado, presumido y sarcástico; el brillante Nicolás Alvarado. El mismo Nicolás se pregunta en su columna posterior a aquella que le ha otorgado más fama de la merecida, si su opinión sobre el valor poético musical de JuanGa era necesaria. Y yo digo que era tan necesaria como válida, y de ahí el revuelo que causo hasta el punto de poner como idiota en televisión nacional a un Lopéz Dóriga que pensó como acostumbra, que podría sortear con “estilo” y preguntas diseñadas, respuestas a modo de quedar como un conocedor e interesante entrevistador, frente a un tipo que le dobla la edad intelectual. Al terminar la entrevista López Doriga pudo haber pensado en lo innecesario de realizarla o que bien se la pudo haber asignado a su comadre Adelita Micha, de quien en cuyo caso uno al menos puede sentir cierta ternura de su vasta ignorancia. En ese sentido de las cosas innecesarias, al igual que Alvarado me da también por cuestionar, que tan necesarias son las diversas propuestas sobre la reinterpretación de obras e ideas originales. Muchos ejemplos pueden ser traídos a mención, que abarcan en absoluto todas las disciplinas de arte. La música entre ellas tal vez sea la más susceptible a ser copiada y plagiada (además de las tesis claro) con lo que conocemos como “cover”. Brahms -por ejemplo- dentro de su obsesión por el clasicismo recopilo en su obra magnificas reinterpretaciones de Haydn y Handel a través de sus “Variaciones”, Liszt hizo lo mismo con su ídolo Paganini a través de sus “Grandes Estudios” gran parte en la admiración y honor a la historia que cuenta su decisión de convertirse en el mejor pianista del mundo, a partir de presenciar un concierto de quien fuese en ese momento el mejor violinista. En la música moderna existen incontables ejemplos para mencionar, desde las primeras versiones de antiquísimas piezas de Blues, como Crossroads y Sweet Home Chicago de Robert Johnson, dos de las primeras piezas del “Delta Blues” con más versiones entre las grandes figuras del blues, de la guitarra y del rock. Algunas composiciones en manos de otro artista se elevan a grandes niveles, incluso resultando que la nunca conocida versión original se convierta en un éxito del Billboard. Este es el caso de Mr.Tambourine Man de Bob Dylan que hasta ser grabado por The Byrds alcanzo el número uno en la lista de éxitos del 65’; otro ejemplo puede bien ser Nothing Compares 2U del multifacético Prince que en la voz de la irlandesa Sinead O’Connor encontró tal respuesta que le hizo despuntar su carrera. Hay piezas increíblemente ejecutadas por su compositor que el cover se hace un reto y en esos casos, sólo músicos de gran calibre logran excepcionales resultados, es el caso de la versión de Bryan Ferry de Jealous Guy que resulta un tremendo homenaje a la pieza original del genio de Liverpool John Lennon, y Lennon a su vez -como si algo le faltara en su catálogo- hizo lo suyo con Stand By Me de Ben E. King, o bien por mencionar otro más, la estupenda versión de The Girl of Ipanema de la Winehouse incluso para mi gusto por arriba de la interpretada por Sinatra o la misma Gilberto, insisto para mi gusto por tener un toque mucho más jazzístico dejando en un segundo plano el vaivén del Bossanova. En otros casos el cover resulta en una versión “alterna” bien lograda pero nunca mejor que la original, un buen ejemplo es el de Joe Cocker y su With a Little Help from my Friends, el resultado es simplemente otra canción que se queda muy lejos del sentido y musicalidad con la que fue creada por el FabFour. Los mismos Beatles fincaron el inicio de la agrupación haciendo una gran cantidad de covers, en su mayoría calificados como sólo como una buena versión. La historia del cover en México, recordando aquel programa de radio de Adolfo Fernández Cepeda, es igual muy interesante ya que casualmente algunos de estos covers son de mejor manufactura que sus originales, un claro ejemplo es Sixteen Tons en la voz de Alberto Vazquez, de mayor calidad incluso en arreglo y rítmica, que la original de Tennessee Ford. ¿La reinterpretación de una obra original es entonces necesaria?  Evidentemente no, exceptuando que el resultado sea excelso. Las versiones adicionales o covers son innecesarios y más en el caso en que resultan un bodrio. Ejemplos de versiones más allá de la basura son por desgracia los que se cuentan en mayor número que las exitosas, en ese tenor y regresando a la introducción de este texto sobre el Divo de Juárez, se pueden contar las versiones “homenaje” a varias de sus piezas, entre ellas una a manos de Julieta Venegas. Creo que a Julieta y a sus músicos se les paso la dosis de mota cuando pensaron en grabar esto, una pieza de pop en español totalmente lograda desde su origen, que en todo caso la hubiesen posiblemente logrado respetando el tiempo original de la canción; he tratado de comprender y escuchar en un par de intentos Siempre en Mi Mente pero no me da para llegar más allá del minuto cuando trato de imaginar cómo es posible romperle la abuela a esta balada tan representativa del pop mexicano setentero. Pero no conforme con eso, y como a manera de ver quién es más capaz de cagotearla, el mismo Juan Gabriel antes de morir nos deja una reverenda mentada con su interpretación de Have You Ever Seen the Rain. John Fogerty emitió un comunicado lamentando la muerte de uno de los últimos grandes compositores latinos, pero me imagino que más bien su lamento fue hacia la partida que le pusieron a la versión original de su pieza, su declaración bien pudo haber sido “covereada” por su agente de relaciones públicas resultando -al igual que la pieza musical- en una declaración totalmente ajena a su versión original.


Si toma no maneje, si copia mencione el crédito y no plagie, si reinterpreta guarde su versión hasta no estar seguro que es necesaria.

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